La miopía del SENAME

a miopía es una condición hereditaria que se presenta cuando la luz que entra al ojo se enfoca de manera incorrecta, haciendo que los objetos distantes aparezcan borrosos. Por tanto, cuando estamos ante una institución miope, ésta presenta dificultades para enfocar bien los objetos lejanos, lo que provoca déficit de agudeza visual y puede conducir estrabismo e incomodidad.
Son múltiples las razones que nos permiten sostener que el Servicio Nacional de Menores (SENAME) es una institución miope, que no logra mirar más allá del corto plazo, por lo que no nos sorprende que cada cierto tiempo, sea foco de contundentes críticas. Éstas ponen en evidencia graves problemas, siendo los más graves aquellos que se relacionan con la vulneración de derechos en niños, niñas y adolescentes. Es decir, producto de la miopía que la afecta, una institución encargada de interrumpir y restituir derechos termina vulnerándolos.


Esta vez la causa de estas críticas radica en que este mismo servicio ha decidido, sin razones suficientes, cerrar la única línea programática encargada de la prevención y la promoción de derechos, que para ser honestos, debería constituir una política universal, que opere sin distinción, evitando la focalización en aquellos “más vulnerables”.
Se trata de 40 Programas de Prevención Comunitaria (PPC) distribuidos en distintas regiones del país (aunque mayoritariamente presentes en la Región Metropolitana), que despliegan un trabajo territorial, acumulando años de trayectoria en el desarrollo de estrategias de intervención comunitaria. Es precisamente en este ámbito que el programa se destaca por sobre el resto de la oferta “reparatoria” del SENAME.
Y fue precisamente su dimensión de acción comunitaria lo que llamó la atención del equipo de investigación que ahora se ve interpelado a escribir esta columna. Nos preocupa e inquieta fuertemente el cierre de estos programas, pues como parte de los casos estudiados recientemente en un proyecto de investigación FONDECYT -cuyos resultados han sido publicados en diversas revistas científicas nacionales e internacionales-, pudimos constatar lo interesante que resulta la actuación del componente comunitario para el desarrollo de condiciones que permitan que niños, niñas y adolescentes se vinculen con un entorno de mayor protección y que asegure un bienestar que años de políticas cortoplacistas y estandarizadas no lograron instalar.
Con este escenario (PPC cerrados sin razón aparente), la política preventiva del SENAME sólo se canalizaría a través del área intersectorial de las Oficina de Protección de Derechos (OPD), que constituye una línea programática debilitada y que está expuesta a graves instrumentalizaciones políticas, pues los municipios suelen recurrir a sus equipos territoriales para distintos fines, algunos de ellos vinculados, por ejemplo, a propósitos electorales. Es justamente este hecho el que ha sido reportado en otra investigación previa llevada a cabo por este mismo equipo, donde estudiamos la dimensión ética que se pone en juego al momento de desarrollar intervenciones comunitarias.
Llama la atención que las decisiones que generan efectos en la vida de niños y niñas de sectores vulnerados en nuestro país, no consideren evidencia acumulada por investigaciones que han sido financiadas por el mismo Estado que, ahora, cierra un programa insustituible. Se descartan así, aprendizajes provenientes de más de 15 años de implementación por parte de ONG’s que han dedicado su vida a la promoción y defensa de los derechos humanos.
Muestra de ello es lo que en palabras de una participante se destaca como aprendizaje: “Cuando yo llegué aquí era como un pollito… No hablaba con nadie… y aquí empecé a conocer gente… Entonces me empecé como a desenvolver, a activarme más, a hacer cosas , a hacerme escuchar también. Y así seguí… hasta que me metí a vocería, estuve en teatro, viajé a diferentes regiones… Fue súper importante para mí porque siempre me mantenía activa, y me ayudaba a mi misma a sacar ideas… Porque uno tiene que aprender a desenvolverse, a dar la opinión sin vergüenza…
Esta situación se agrava aún más si consideremos como se han desarrollado las políticas públicas de infancia en los últimos años, y las falencias que aún mantiene Chile en materia de derechos de infancia. Sigue pendiente la promulgación de una ley de protección que mejore la institucionalidad y haga efectivo el ejercicio de los derechos para todos los niños, niñas y adolescentes que habitan en el país, permitiendo un desarrollo político y legal acorde a los estándares internacionales que tanto se referencian cuando la clase política, hoy indiferente en estas materias, discute respecto al crecimiento económico, prioridad en la agenda desde hace décadas.

Institucionalidad ambiental: es hora de cambiar el rumbo.


Al realizar un recorrido por la historia de la institucionalidad ambiental chilena, hay hechos que llaman la atención e invitan a la reflexión, sobre todo después de considerar el momento de crisis institucional y política que atraviesa Chile.
Si nos remontamos a las décadas de los 80, previo a la dictación de la ley ambiental (N° 19.300 de 1994), incluso si revisamos artículos de comienzos de la década de los 90, encontraremos mucho material que refleja posiciones políticas, visiones e ideologías distintas, que nos dan cuenta de lo que se debatía públicamente, sobre cómo debía ser abordada la problemática ambiental, la que en esos años era un tema “emergente”.


De estos intercambios de ideas participaban diversos actores, personas ligadas al mundo de las ONGs, la academia, las industrias e incluso el mundo político. Al revisar documentos de la época, se percibe una calidad de diálogo muy distinta a la actual, el cual es en un sentido más simple, pero a la vez más profundo e integral y también más sincero. Entonces había una cierta disposición a debatir, a identificar las problemáticas que debían ser abordadas, a buscar soluciones o salidas. Hoy nos preguntamos ¿qué pasó con eso? Sin duda, en la actualidad vivimos una situación mucho más instrumental, que no busca afrontar temas y problemáticas de fondo.
Probablemente con la llegada de gobiernos electos y la promulgación de la ley ambiental el año 1994, algo cambió. Muchas de esas personas pasaron a ocupar cargos públicos, a situarse en centros de estudios cada vez más dependientes del financiamiento que pudieran conseguir de instituciones privadas, un porcentaje se fue a trabajar en grandes empresas, otros simplemente optaron por pensar que al existir una institucionalidad ambiental los problemas ambientales de Chile se solucionarían por sí solos o gradualmente, y también hay quienes hicieron la vista gorda.

Lo cierto es que con la llegada de los gobiernos democráticos –como país– nos abocamos más al hacer que al pensar. Más bien, dejamos de pensar hacia dónde queríamos ir. Lógica que no solo se instaló en materia ambiental, pero que, ciertamente, derivó en la pérdida de sentido y una creciente aprobación de medidas orientadas a hacer que la institucionalidad funcionara, pero sin reflexionar sobre el sentido de la misma.

Powered by Blogger