El silencio de los culpables.

¿Sabes cuando todo está ordenado y concuerda, pero en tu mente no hay ni un pensamiento que rime? Sí lo sabes. Y si lo sabes ya no tengo que extenderme demasiado. Pero ambos sabemos, EVA, que no leerás esto. Yo lo sé porque te escribo tantas cartas interminables que jamás te envío… Y tú eres consciente de que en cada cajón guardo algo que te pertenece y no tienes, y ni lo buscas, quizás por temor a encontrarte con mis poemas sin ritmo, o con demasiados sentimientos en tan poco papel. A veces el ritmo no importa. Lo sabes mejor que yo, que no lo conozco Sabes cuando todo es tan hermoso que el corazón se hincha y crees que va a estallar, pero no tienes un muro en el que escupir tus sentimientos? Sí lo sabes, y probablemente conozcas cada uno de estos instantes que me hacen polvo también porque, precisamente, es lo que te ocurre a ti en ocasiones. En ocasiones uno alcanza la mano del otro para dar con el equilibrio, para no caer cuando se está en la cima emocional que no es cima sino el segundo del segundo de un segundo, o sea, prácticamente nada. En fin, que tampoco importa demasiado ser luchador para luego ser vencido. Tal vez la esencia del desencajamiento sea, no decir mucho intentando decirlo todo, sino aprender a tomar aire y soltarlo después, con muros o sin ellos. Es que pienso en Ahora, y si alguien llama sin tu voz tengo más razones para aferrarme a ti, inconscientemente. Hay un círculo, tal vez en cada cajón sin contraseña de acceso, que jamás comprenderás del todo, por no preguntar, por simplemente querer intuirlo. Y ahí está lo hermoso, en que sí lo sabes y probablemente lo sepas porque yo no sé, supongo, o sí lo sé (claro que lo sé) que tus cajones guardan lo mismo que los míos.